miércoles, 20 de julio de 2016

CUENTO DE TERROR “PÉRDIDA FINAL”


Hace algún tiempo, según se cuenta en  las bocas  de los locales, en el parque natural “Decima Malafede” a la afueras de la ciudad de Roma, ocurrió esta historia. Una pequeña niña de la que solo se conserva su nombre: Nami, estaba de paseo con su padre en la deslumbrante ciudad, en algún momento ella se separó de él, y se halló perdida en alguna parte de la reserva. Sin saber cómo, deambuló buscando un camino de regreso, sin hallar nada que le diera una pista de dónde se encontraba realmente. Ya la noche había llegado, y la luna llena brillaba con todo esplendor, aunque casualmente era tapada por algunas oscuras nubes. Sin saber realmente cómo, se topó con una cabaña radiante y hermosa, atraída por su curiosidad la niña tocó varias veces a la puerta. Sin haber tenido respuesta alguna, ella decidió entrar y tomar el lugar para pasar ya la noche, y pensó para sí, si ella la había hallado, era posible que alguien más también lo hiciera, y así podría ir con su padre de nuevo. Al entrar, vio con gran asombro hermosas pinturas en la pared, pinturas que retrataban personas sonrientes, pero por algún motivo, esas pinturas provocaban temor al separar la mirada de ellas. La niña inspeccionó toda la casa en busca de persona, pero fue en vano, estaba sola. Aunque sentía un escalofrió recorrer su cuerpo, decidió pasar la noche en ese lugar, decisión que la llevaría a su muerte. Encontró razonable dormir en uno de los sillones que estaban en la recepción de la cabaña. Ya estaba profunda, debido al cansancio, cuando sintió que una persona se acercaba a ella, se despertó asustada. Era un hombre delgado, con ojos negros y fríos, quien se presentó ante ella cómo Brook. Tras haber relatado su historia, el hombre le ofreció su ayuda, y le ordenó que se alojara en una de las habitaciones y que durmiera placenteramente, al amanecer la llevaría a un lugar dónde pudiera contactar con su padre. Ella se durmió rápido.

La luna brillaba fuertemente cuando aquella niña sintió que una fría brisa le cubría el cuerpo. Al despertar, la hermosa cabaña no estaba, en su lugar solo había una lúgubre, oscura y aterradora fosa, con incontables fosos a su alrededor, el terror le congelaba el cuerpo, apenas lograba respirar por la presión que le generaba aquella escena, ¿En dónde estaba? ¿Qué había sucedido? ¿Por qué? Mientras todas estas preguntas rondaban su cabeza, una aterradora voz atrajo toda su atención, sintiendo que toda su sangre se congelaba en el acto. Al darse vuelta, vio la más espeluznante criatura que jamás hubiese podido tan siquiera imaginar en su más terrible pesadilla, un monstruo con forma humana, casi un esqueleto con las carnes roídas, podridas, colgando apenas de los huesos, cuencas vacías hacían las veces de ojos. No, no estaban vacías, en su interior se deslumbraba la más oscura y siniestra maldad. No tuvo tiempo a reaccionar, sólo logro sentir como su cuerpo era tomado por demoniacos esbirros, que le sujetaban y la arrastraban con inclemente fuerza para después arrojarla a un mesón de blanca piedra, apoyada en pilares hechos de cráneos e iluminada con la intensa luz de luna. Su mente no podía con tanto terror, imaginaba miles de torturas, de aberraciones, de muertes…

Así de inesperada y súbita como ese instante, fue la profunda calma que le precedió, el silencio absoluto reinaba, no había nada, no alcanzaba a oír o sentir o ver nada. La luna le iluminaba, pero el terror era cada vez mayor, ese silencio era el preludio de lo inevitable. Justo cuando la luna se proyectaba directamente sobre ella, esos demonios volvieron a aparecer, mostrando sus putrefactos cuerpos y apoderándose de ella, la tomaban por sus extremidades, apretando sus propias carnes a sus huesos, infringiendo un dolor espantoso. El monstruo volvió a entrar, ésta vez mostrando su horripilante sonrisa. “Es hora de cenar”. Con ésta frase, todos esos esbirros comenzaron a jalar las extremidades de la indefensa niña, arrancándolas en el acto, clavando sus podridas fauces en ella. Un grito ensordecedor llenó aquella fosa por unos leves instantes, Brook, le cercenaba el cuello, empapando de sangre aquel rudimentario mesón. Con furtiva violencia estampó aquella cabeza contra un pedazo viejo de madera, que, al colgarlo en la pared, tomó forma de un retrato de la niña, un bello retrato.


AUTOR : JAVIER TORRADO 1002
FIN.


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